Emma despierta en un lugar donde los días se repiten, los recuerdos fallan y nadie responde las preguntas correctas. Le dicen que está ahí para sanar. Le dan un cuaderno para escribir. Le piden que confíe. Pero hay cosas que no encajan: Personas que no existen para los demás, mensajes que aparecen donde no deberían, reglas que nadie explica y silencios que pesan más que las palabras. Mientras intenta reconstruir su historia, Emma empieza a escribir -sobre lo que ve, lo que sueña, lo que otros parecen saber de ella- sin darse cuenta de que cada página la acerca a una verdad que no está segura de querer recordar. Porque en este lugar, despertar no siempre significa abrir los ojos. Y algunas verdades... es mejor no escribirlas.