Crimen y castigo (1866), considerada por la crítica como la primera obra maestra de Dostoievski, es un profundo análisis psicológico de su protagonista, el joven estudiante Raskolnikov, cuya firme creencia en que los fines humanitarios justifican la maldad le conduce al asesinato de un usurero petersburgués. Pero, desde que comete el crimen, la culpabilidad será una pesadilla constante con la que el estudiante será incapaz de convivir.

Un ser humano sin sentimientos es un eco silencioso en el desierto de su propia existencia. No es un monstruo de dientes afilados, sino una ausencia, una casa vacía donde nunca hubo risas ni lágrimas. Su piel es un mapa de cicatrices que no duelen, sus ojos son espejos que no reflejan nada. Es un espectador de su propia vida, un fantasma que camina entre los vivos, imitando gestos que nunca comprende. No conocen el aguijón de la tristeza ni la luz de la alegría. No hay amor que los levante ni ira que los consuma. Solo silencio. Un silencio profundo que se extiende desde su mente hasta el fin de sus días. Su destino no es la gloria ni el infierno, sino la fría indiferencia de una piedra. Un ser así no tiene historia que contar, solo una existencia que cumplir, como una herramienta sin propósito. Pueden ser humanos o indignos de ser considerados humanos. (Una historia que mostrará cómo Shuji se convirtió en Osamu Dazai)