Mushenlee
El estadio estaba en silencio ahora. Las luces, que minutos antes iluminaban el campo con un resplandor cegador, comenzaban a apagarse una por una, como estrellas muriendo en la inmensidad de la noche. El rugido de la multitud habia desaparecido, dejando solo el eco de un partido que ya era historia.
Jinpachi Ego permanecía de pie en el túnel, observando el césped con la mirada perdida. El sudor en su frente se había secado, pero la sensación de ardor en su pecho no desaparecía.
No era cansancio. No era dolor. Era algo más profundo: la certeza de que su camino ya no estaba en la cancha, sino más allá de ella.
-Noa... -susurró su nombre, pero el viento se llevó su voz.
Ego se había marchado sin decir más, dejando en el aire promesas sin cumplir y una despedida que aun ardía en su mente. Noa se convertiría en el mejor del mundo, pero Ego... Ego había elegido un destino diferente.
Respiró hondo. No había tiempo para arrepentimientos. El fútbol necesitaba un cambio, una revolución. No bastaba con ser el mejor dentro de la cancha. Él quería forjar al mejor desde cero.
Tomó su teléfono y marcó un número que ya había memorizado.
-Estoy listo. Enviaré mi propuesta a la federación japonesa mañana.
Del otro lado de la línea, una voz respondió con seriedad.
-¿Estás seguro de que puedes hacerlo, Ego?
Jinpachi sonrió con confianza.
-Voy a crear el delantero definitivo. Japón no volverá a ser un segundón en el fútbol mundial.
Colgó la llamada y levantó la vista hacia la inmensidad del Allianz Arena. Esta no era el final de su historia.
Era el inicio de Blue Lock.