Caesar Mikkelsen no era mi padrastro, era mi castigo. Lo supe desde el instante en que me miró por primera vez. Somos dos almas caminando sobre el mismo cristal roto de pérdidas y secretos que la gente normal no se atreve a tocar. Yo nunca lo vi como una figura paterna. Siempre fue... una amenaza. La única persona que podía ver la misma oscuridad que a él le da el poder de ser juez y verdugo en el mundo. Tras las puertas cerradas, no hay moral, ni lazos de sangre. Solo hay una verdad peligrosa: Con él, me siento real. Este hombre, me arrastra a la ruina, y por primera vez en mi vida, no tengo miedo de caer. Lo que tenemos no nos salvará. Lo sé. Pero me temo que es lo único que nos hace sentir vivos. Y de este caos, lo único seguro es que no saldremos ilesos.