AshleyMoa
La relación de Lando y Oscar es una paradoja perfecta: una ovejita luminosa amada por un lobo nacido para destruir, pero que solo conoce la ternura cuando lo tiene a él entre los brazos.
Lando es pequeño, dulce, ingenuo, un rayo de calidez que suaviza hasta los colmillos más afilados. Es el tipo de persona que sonríe con todo el cuerpo, que confía sin miedo, que ilumina pasillos enteros sin darse cuenta.
Oscar, en cambio, es sombra. Feroz, dominante, peligroso para cualquiera excepto para él. Su amor es posesivo, absoluto, primitivo; no quiere compartirlo, no quiere que lo miren, no quiere que nadie lo toque. Su mundo entero gira alrededor de la seguridad de su ovejita.
Para Oscar, Lando no es solo su pareja:
es su hogar, su luz, su tesoro sagrado, esa cosa frágil y hermosa que la vida tuvo la osadía de poner en sus manos.
Lando lo calma.
Oscar lo protege.
Lando lo humaniza.
Oscar lo adora hasta la locura.
Son opuestos que encajan como destino; uno huele a peligro, el otro a paz. Y juntos crean un silencio íntimo donde el lobo duerme tranquilo y la ovejita nunca vuelve a temblar.