Meipapaya
Lando nunca imaginó que su vida cambiaría en un instante. Era un joven que había aprendido a vivir su vida al margen de las expectativas de los demás, siempre buscando la libertad y el disfrute. No tenía grandes responsabilidades, ni un rumbo claro, solo quería vivir el presente. Pero todo eso se desmoronó una mañana cualquiera, cuando el timbre de su puerta lo sacó de su rutina diaria.
Al abrir, encontró una carta de una mujer que había sido parte de su vida años atrás. En ella, la mujer le informaba que, por circunstancias que nunca comprendió del todo, tenía un hijo. Un niño de tres años al que, por alguna razón, no había podido cuidar y que ahora, inesperadamente, debía ser parte de la vida de Lando. Lo peor de todo era que él ni siquiera recordaba tener una relación con esta mujer que le enviaba esa noticia tan impactante.
Con el corazón acelerado y las manos temblorosas, Lando se vio frente a un niño que no solo era su hijo, sino también la oportunidad de cambiar su vida de maneras que nunca había imaginado. Sin preparación alguna y con todo el miedo del mundo, se encontró asumiendo una responsabilidad de la que ni siquiera sabía por dónde empezar.