JCarloscoffi
La ciudad, un organismo de cemento y ambición, nunca duerme, pero esta noche, bajo el velo gélido de la bruma, parece contener el aliento. La atmósfera se sentía eléctrica, anticipando un quiebre. En la periferia, las luces de neón parpadeaban, pulsaciones de un corazón enfermo que atraían a los desorientados y a los audaces. Entre ellos, dos figuras se movían con una cadencia deliberada, expertas en fundirse con la noche, dejando que sus sombras se extendieran y distorsionaran sobre el pavimento húmedo.
Éramos Alex y Eva. Mi identidad, la de un ladrón magistral. La suya, la de mi cómplice esencial y mi ancla. No era solo la adrenalina de las misiones lo que nos unía, sino una intrincada red de tatuajes ocultos, secretos compartidos y deseos mutuos, todo entrelazado en la danza más peligrosa: la del riesgo y la pasión. La noche de hoy exigía nuestro máximo rendimiento. El objetivo: un collar de diamantes, el trofeo de un magnate sin escrúpulos. Pero el verdadero desafío no radicaba en el acero de la caja fuerte, sino en el vínculo que forjamos en la oscuridad. En este juego, el corazón se cotiza como el tesoro más valioso, y para protegerlo, estábamos dispuestos a quemar el mundo.