Lisa se ahorcó a los veintisiete años y aterrizó directamente en el Noveno Círculo, sector Suicidas. Allí manda Jennie, hija de Lucifer y directora fría y eficiente del Departamento de Almas Suicidas: el lugar donde los que se mataron a sí mismos pagan con interés eterno. El trabajo de Jennie es simple: clasificar, torturar, archivar. Nunca se involucra. Nunca siente. Nunca falla. Hasta que aparece Lisa. Con la soga aún colgando del cuello y cicatrices de diecisiete brillando como brasas, Lisa no suplica, no llora, no teme. Solo mira a la princesa del Infierno con una sonrisa muerta y le dice: «Haz lo que tengas que hacer. Ya no me queda nada que perder». Y algo dentro de Jennie, que llevaba milenios congelado, se agrieta. No quiere salvarla. Solo quiere entender por qué esa alma rota la hace sentir por primera vez. Lo que empieza como una curiosidad profesional se convierte en la mayor herejía que el Infierno ha visto jamás: la hija de Lucifer obsesionada con una suicida que ya no cree en nada. Porque incluso el diablo tiene una debilidad... y Jennie acaba de encontrarla con el cuello marcado y la mirada vacía.

Sana solo desea perder su virginidad entre los pechos grandes y maduros de Jihyo, rendirse por completo a esa mujer que olía a experiencia y autoridad, y que había convertido su fetiche en una obsesión insoportable.

En el reino de Hanyang llaman a Minatozaki Sana «la Princesa de Luz»: blanca, intocable, cruel. Nadie sabe que su pasatiempo favorito es romper lo que brilla. Hasta que una nueva criada del norte, Hirai Momo, entra al palacio con las manos llenas de cicatrices y la mirada llena de desafío. Desde entonces comienza una guerra silenciosa: la princesa usa títulos, castigos y sonrisas venenosas; la criada responde con silencio, roces «accidentales» y una sola frase que se clava como daga: «Un día suplicarás que me quede». Porque algunas princesas no se salvan siendo buenas. Se salvan ardiendo.

En las sombras de un pueblo coreano donde la fe ahoga los susurros del corazón, dos chicas de quince años desafían cruces y juicios con un beso robado entre azucenas. Im Nayeon, encadenada por una familia devota, y Hirai Momo, libre como el viento japonés, tejen un amor hereje que quema el paraíso impuesto. ¿Sobrevivirá su llama en un régimen que condena lo que no puede controlar? Sumérgete en «Herejes de Amor», donde la redención nace del pecado más dulce. ©️ PORTADA: @sooryux

En el pueblo de Dangjin, bajo pinos y reliquias de San Andrés en la Catedral de los Recuerdos, Sor Dahyun y la pianista Sana encienden un romance, desafiando homofobia devota en el pueblo.

En una Seúl alternativa envuelta en neón y secretos dulces, la detective Myoui Mina reabre un caso que la ha perseguido durante una década: una serie de muertes inexplicables entre un grupo de mujeres inseparables de la Pastelería Luna Dulce. Una por una, cayeron bajo métodos variados y siniestros: envenenadas por donas glaseadas, cafés traicioneros, disparos azucarados, hipotermia en contenedores helados, calcinadas en hornos o disueltas en tés de hierbas, siempre selladas con la palabra "azúcar" garabateada como burla mortal. Mina, ex-camarera periférica que sobrevivió por instinto, se sumerge en alucinaciones donde las sombras de Nayeon, Sana, Jihyo, Momo, Jeongyeon, Chaeyoung y Dahyun la susurran desde las grietas de su cordura. Ayudada por la misteriosa Tzuyu, la segunda superviviente oculta, Mina debe desentrañar si el "pastelero" es un amante vengativo o un eco de sus propias envidias reprimidas, antes de que el azúcar disuelva su realidad en un terror dulce e inevitable. Basada en el MV "Doughnut" de TWICE

En las brumosas costas de Dangjin, Corea, Jihyo, una joven de 28 años atrapada en las tradiciones familiares católicas, camina hacia el altar de la Catedral de Hapdeok para casarse con Minho, un ingeniero sólido pero ajeno a su corazón, en una unión arreglada por deber y no por deseo. Presente en la ceremonia, como un fantasma de pasiones prohibidas, está Tzuyu, su mejor amiga y verdadero amor desde la infancia, cuyos ojos brillan con un dolor silencioso mientras testifica el lazo que las separa para siempre.