> -Admitelo, Aguilar -dijo CC con una sonrisa torcida mientras acorralaba a Remi contra los casilleros vacíos del pasillo nocturno-. Te mueres por que te bese. -¿Tú crees? -Remi la miró por debajo de las gafas, con una ceja apenas alzada. -Lo sé. Puedo ver cómo tus pupilas se dilatan cuando te hablo así. Cómo te tensas cuando me acerco. -CC acercó sus labios al cuello de Remi, rozándolo apenas. -Hmm... interesante -susurró Remi con una voz calmada, peligrosa. Antes de que CC pudiera moverse, Remi cambió las posiciones con un giro rápido. La espalda de CC ahora tocaba los casilleros. Los ojos de la exalfa se abrieron ligeramente por la sorpresa. -¿Qué demonios...? -Creíste que podías jugar conmigo como una más -murmuró Remi, bajando despacio la corbata de CC y apretándola ligeramente-. Pero resulta que yo también sé jugar. CC tragó saliva, tragándose también su sonrisa confiada. -¿Así que te gusta dominar... cerebrito? -No me gusta. Lo necesito. -Le apretó la mandíbula con dos dedos y le habló al oído, calmada-. Y tú... tú no tienes idea de cuánto te gusta que alguien te ponga en tu lugar. Los ojos de CC se entrecerraron, pero sus mejillas ardían. -Eres una maldita sorpresa. -Y tú... una gatita disfrazada de loba. -Remi deslizó su mano por la cintura de CC y susurró con una sonrisa afilada-. Ahora quédate quieta. Te voy a enseñar cómo se gana una batalla sin despeinarse.