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Elizabeth Harrington siempre pareció tener una vida hecha a mano: música en vinilo, moda impecable, tardes llenas de brillo y esa clase de perfección que casi molesta de lo natural que se ve en ella. En los años 80, cuando todo era exagerado.
Billy, en cambio, venía de un mundo distinto:
caótico, ruidoso, lleno de peleas, tensión y silencios pesados. Un lugar donde crecer te enseñaba a sobrevivir antes que a soñar.
Dos universos opuestos.
Dos temperamentos afilados.
Y aun así, ambos sabían jugar el mismo juego... incluso antes de darse cuenta.