caoticaaries
El granito frío y la taza de Apolo,
asfixia lenta bajo el falso amor.
No fue pasión, fue sed de un protocolo
quebrado en Ivon, primer destructor.
La cerca blanca se rindió a la flama,
y en el derrumbe, halló un brutal placer;
el poder frío que la noche proclama:
no amar, sino en la ruina, ser.
Elara fue la promesa distante y pura,
el lienzo virgen de la idealización;
quemó la muselina por la aventura,
y en la presencia, halló la decepción.
La vida real no admite la locura,
y el ancla Gael le enseñó la razón;
ella buscó el fuego, no la cura,
y al huir, encontró su condenación.
El golpe bajo, la venganza de Apolo,
la dejó hueca, sin piedad ni abrigo.
Llegó a Romina, al firme protocolo,
al dulce hogar sin drama, un gran castigo.
Sembró el misterio en el afecto solo,
un arma lista en el refugio amigo;
el amor incondicional es un estorbo
cuando tu esencia es el dolor mendigo.
La confesión, la furia de Romina,
"parásita", "destructora", "envidia cruel";
pero en su vacío, halló la medicina:
el dolor ajeno le sabía a miel.
Sentada sola, en la noche mezquina,
vio la paz que forjó, tan fiel, tan fiel;
Apolo e Ivon, su triunfo en la rutina,
y su alma oscura, sin un solo riel.
No sintió culpa, sintió una certeza:
el caos no es defecto, es su verdad.
La terapia fue la fría destreza
para vestir de orgullo la maldad.
Llegó Victoria, espejo de belleza,
que celebró su oscura identidad;
la usó, la vació, sin la tibieza
de un límite, de un rastro de piedad.
La voz de Victoria clamó por conciencia,
mas solo halló la sonrisa del campeón;
"Me amo por ser la inminente inclemencia,
la fuerza pura, la aniquilación."
Se fue Victoria, dejando la audiencia,
y Aries triunfó en su gran actuación.
Con liderazgo, sin piedad ni clemencia,
la Diosa del Caos en la desolación.