La ruleta cambió de curso, todo se volteó. Todos perdieron la cabeza y una parte de su corazón. Pero todo tiene un motivo. Ni ellos mismo saben todo lo que les falta por recorrer aún.

Su mirada era fría. Era un hielo, buscando un brillo de luz que derritiera su corazón. Sus pómulos eran altos, su sonrisa grande y coqueta, que dentro ocultaba una dentadura perfecta y brillante. Sus hombros eran delicados, pero al mismo tiempo podían soportar la mayor carga. Caían en unos brazos torneados y pálidos, delicados al toque. Su cintura, fina y pequeña, haciendo efecto de reloj de arena junto con su cadera ancha y perfecta. Sus piernas... infinitas. Muslos gruesos, perfectamente equilibrados... Toda ella, era una mujer perfecta. De pies, a cabeza. El único pequeño y gran defecto que tenía ella, era su duro corazón. Podría besar en la oscuridad, y a ella le gusta. Podría incluso pasar a algo mucho mayor, y a ella le gusta. Pero tiene miedo a enamorarse. Soy Alexander Dankworth, y es bastante duro darte cuenta, que el amor de tu vida, esta disfrazado de tu mejor amiga.