Temblaba, estaba asustada y podía verlo. Simplemente mi cuerpo decidió quedarse plantado viendo como se aprovechaban de ella. Era común, ¿no? Ver parejas en un bar haciéndolo en una esquina oscura. Pero esto era diferente, ella lloraba. No entendía porqué no se defendía, porqué no gritaba o lo golpeaba. Tal vez por la misma razón por la cual yo no me determinaba a poner un pie frente al otro, acercarme y preguntar si pasaba algo. Sólo había tomado tres tragos, pero la música a todo volumen, las conversaciones a gritos a mi alrededor y el humo de los cigarrillos, no me permitían pensar claramente sobre qué hacer. Por un mísero instante un reflector pasó por aquella esquina donde ella se encontraba. La conocía.