Lo siento, muñeca.
Lo veo al final del pasillo, mi respiración esta agitada, me armo de valor y le digo- Oye, ¿Cuál es tu problema? ¿Por qué siempre huyes de mí?- le grito con todo mi enojo y frustración. -Solo déjame en paz, no te quiero cerca- dice volviéndose y encarándome con esos ojos fríos que tanto me gustan. -¿Por qué? Ni siquie...