El infierno para algunos, el paraíso para otros. La prisión de omegas era lo que podría denominarse el reino de Min Yoongi, un omega preso como todos los demás, pero al mismo tiempo, completamente diferente a ellos. Min poseía un gen dominante y por eso mismo era el alfa entre los omegas; él decía salta y los omegas saltaban, él decía arrodíllate y ellos lo hacían. Era el rey de la prisión, aun siendo un preso, o eso creían todos, hasta que el rey sucumbió ante sus instintos y ante su más implacable destino, proclamando como su alfa a nada más y nada menos que al Coronel Jeon Jung Kook, un oficial militar a cargo de poner orden en la mismísima prisión, la cual se había vuelto tierra de Min.

Una humanidad podrida y corrompida. No obstante, necesaria al fin y al cabo. Min Yoongi, vive en la pobreza, en medio de la peor calaña de la sociedad: prostitutas, proxenetas, drogadictos, ladrones y traficantes de todos los tipos. No es fácil, mucho menos opcional; apenas vivir el día a día no era algo que estaba planeado. Sin embargo, cuando la muerte de tu único familiar toca a tu puerta, Yoongi no tiene más remedio que ver por sí mismo, aún cuando eso signifique meterse en la boca del lobo. En este caso, el territorio del hombre más peligroso de todo Corea, Jeon Jung Kook.