JuanCAngeles
Estoy echado en medio de un campo inmenso acompañado de diversas flores. Observo el cielo claro que da una tranquilidad olímpica. Las nubes se mueven paulatinamente, quedo maravillado por la forma y la blancura que tienen, dan ganas de subir y tirarse encima de ellas. Escucho mi nombre, poco a poco se hace más fuerte ese llamado. Me doy cuenta que era mi abuelo. Un hombre trigueño de piel avejentada, cabellera blanca, voz ronca, mirada cansada y amplia sonrisa venía a paso lento mientras repetía mi nombre.
Ahora me encuentro frente a él. Los dos estamos alrededor de una mesa en medio del campo. Una señora robusta que tiene un mandil fucsia y pelos en las axilas nos deja dos tazas con café, deja las bebidas y desaparece lentamente. Mi abuelo busca algo en el bolsillo de su saco gris, al parecer lo encontró. En sus manos sostiene una cajetilla de cigarrillos, pone uno entre sus labios secos y con la sutileza que lo caracteriza lo enciende. "Toma uno hijo. Fuma conmigo".