Buried-Alive
Kanagawa le ofrecía una postal envidiable cuando miraba el mar y los trenes que cada siete minutos le cerraban la vista. Subió la mirada una vez el tren se marchó y suspiró cuando las barreras subieron. Hisashi Mitsui caminó hacia ella, le acarició el rostro y le confesó que nunca debió dejarla ir y que el solo hecho de haberla amado lo había convertido por fin en un hombre.