Mcnd0304omega
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Siempre escuché que no era bueno dejarse arrastrar solo por la apariencia, pero nunca lo entendí hasta que me pasó. Me enamoré de mi jefe. Su presencia era magnética: atractivo, seguro de sí mismo, con ese encanto que parecía imposible ignorar. Yo, sin darme cuenta, caí en el juego.
La relación comenzó en secreto. El deseo y la atracción me hicieron olvidar lo esencial: el respeto. Mientras más me involucraba, más me daba cuenta de que yo no ocupaba el lugar que pensaba. Detrás de sus palabras había engaños; detrás de sus gestos, una verdad que se resistía a salir a la luz.
Cuando finalmente lo descubrí, fue como un golpe seco. No fue fácil asimilarlo. La ilusión que había construido se derrumbó frente a mis ojos. Tardé en comprenderlo, en aceptarlo, en reunir el valor para decidir qué hacer.
(Derechos del autor reservados)
(historia original)