La vida de Dominic Armstrong siempre había sido un tormento. Durante su infancia y adolescencia tuvo muy mala relación con su padre, presenciaba la violencia con frecuencia a causa de su alcoholismo. Regresaba a casa ebrio y lleno de ira, comenzaba a golpear a su esposa sin razón alguna. Dominic intentaba apartarlo y atacarlo de la misma manera, pero su fuerza no era suficiente para detenerlo. Ahora con sus veintiún años de edad, seguía atormentándose por lo ocurrido. Se sentía responsable de que su madre estuviera muerta, si tan sólo hubiera llegado a tiempo ese día... Todo parecía estar perdido. Sin sentido. Sin motivación para seguir. Las únicas sensaciones que estaban en su mente era la injusticia, odio y desprecio hacia la vida. Sin embargo, esta serie de palabras se opacaron cuando se cruzó con una chica en una situación, aparentemente, insignificante. O al menos eso parecía.

Ser juzgada nunca antes le dolió tanto. Punky. Activista. Orgullosa de pasar la tarde en un cementerio con sus amigos del grupo de alcohólicos anónimos. Feliz al margen de los estúpidos prejuicios de la sociedad. *** -Das miedo-me dijo el chico que había visto varias veces sin camiseta en la tienda de Hollister. -Tu das pena, stripper mal pagado. Las palabras pueden matar.