Harry y Louis tuvieron un fogoso romance de verano cuando eran tan solo adolescentes, ahora los años pasaron, ambos siguieron adelante. Louis es un alfa exitoso, divorciado, padre de una pequeña omega para la cual su trabajo no le permite tener suficiente tiempo; Harry es un omega que busca resolver sus problemas económicos trabajando como animador de fiestas infantiles. Ninguno de los dos planeó un incómodo reencuentro en un festejo de cumpleaños, cinco años después de su efímero amorío..., ni mucho menos planearon que la hija de Louis terminara aferrándose a Harry y se negara a soltarlo. O donde Louis es un padre soltero que reencuentra al amor de su vida cinco años después y esta vez no está dispuesto a perderlo.

Entre las amplias paredes de una panadería de Londres, oculto sin el afán de esconderse, un chico de caireles color hojas oscuras de otoño se dedica a obsequiar su sonrisa y hasta trozos de su corazón a los clientes, en consecuencia caen por embelesamiento; sin embargo, un comensal en particular supo, desde la primera vez que vio al muchacho, que no existía ni existiría beldad semejante a la suya, y quizás sólo por eso vuelve al establecimiento en el que labora: por el anhelo inexorable de estar en presencia de aquel pedazo de edén. Pero el desafortunado personaje teme, teme porque sabe que su falta de audición no le permitirá comunicarse fácilmente con el chico que emana luz dorada. Donde Harry es el magnificente panadero por el que Louis, un joven sordo y acomplejado, se convence de que el mundo no puede catalogarse como lúgubre cuando la brillantez se personifica frente a él.