Gennie es una criada a la que le fascinan las antiguas leyendas sobre las hazañas de las hadas. Cuando conoce a Fredegar, un gallardo señor de Aladia, el amor surge entre ellos al instante, junto con un poderoso enemigo que trae al mundo algo impensado: la magia. *** Genevieve es una muchacha revoltosa, holgazana, oportunista y un tanto infantil. Eso no sería problema alguno si no fuera por el hecho de que es una sirvienta en el palacio de los señores de Aladia. Allí el trabajo nunca escasea y las tareas son abundantes. Sin embargo, aunque Bernadette se vuelva loca y la amenace constantemente con dejarla en la calle, Gennie no puede, simplemente, olvidar los libros, los cuentos de hadas y las trampas. Hay algo en ella que es más bien eléctrico. Pero, además de las quejas de su madre adoptiva, de las ocurrencias de su mejor amigo Os y de la llegada del heredero al señorío, de quien no podrá alejarse fácilmente, Genevieve tendrá que preocuparse por su pasado, las marcas que todavía persisten en su piel y los cuentos de hadas que podrían llegar a ser más que solo leyendas. Después de todo, ¿las hadas no habían ya existido alguna vez?

El pequeño Pueblo de Palmer, no era muy grande y menos conocido Nadie podía pensar que alguna persona importante se interesara en el. Pero así sucedió, una mujer, que poco a poco se fue adueñando del pueblo. Los Barquero, los patrones del pueblo, ahora dejaban de tener el mayor poder. Y es que la crisis tambien les había afectado a ellos, mas de lo que querían admitir y terminaron obligados a vender una parte de su Hacienda. Bajo una exigencias muy extrañas, pero cuando hace falta dinero nada importa. Una mujer era la nueva dueña, la nueva patrona, ella que aun sin ser conocida se había ganado el favor de algunos del pueblo, pero tambien la curiosidad de estos. Un pueblo gobernado por dinero y que sin saberlo daría la bienvenida a su peor pesadilla, como La Doña. La mujer que se marcho de allí destruida y que regreso para destruirlos, pero tambien para agradecer a los pocos que le habian tendido la mano. Ahora había llegado el momento de exigir respeto, de imponerse, de ser la dueña de todo y de todos, como los Barquero lo habian sido ¿Quién iba a imaginar que habría alguien no dispuesto a rendirse ante su poder? Pero quizás si ante su belleza.