Rapssody
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Un día simplemente aparecieron.
La historia no tardo en extenderse en toda la ciudad.
Parecían exageraciones, una leyenda urbana que cuentas entre amigos cuando están borrachos.
Entonces ellos se animaron a retarme a ir, y yo creyendo que no me encontraría con nada en la costa puse mi mejor expresión de valor y dije que aceptaría el reto.
Solo un par se asombraron, fuimos en grupo deseosos de comprobar aquello de lo que todos hablaban, el área 51 versión latina, que ni bien había aparecido había causado estragos.
Los militares rodeaban la zona por supuesta protección, pero no tenían la orden de impedir tu entrada, sino la de ocuparse de tus restos si te atrevías a tocarlos. O eso habían relatado los muchachos alrededor de la fogata.
Entonces mientras se me revolvía el estómago por la velocidad del cuatri del que iba como acompañante colgando como trapo, llegamos a la orilla de la playa.
Los últimos rayos de sol de la tarde iluminaban lo que apareció de un día para otro. Una larga hilera de espadas que parecían sacadas de otra época, clavadas firmes en la arena bordeadas por la orilla del mar que pronto subiría hasta cubrirlas una noche más.
Sentí que la sobriedad me volvía con una cachetada de realidad, las espadas si existían después de todo.