¿Puedo...?
Ahora la guerra en Ikebukuro había cesado, pues los dos enemigos, no compartían peleas, sino conversaciones. Ya no se golpeaban, se acariciaban. Ya no sangraban, sus hemorragias internas se las curaban a palabras tiernas y besos. El odio que habían sentido el uno hacia el otro por tanto tiempo, había sido remplazado...