ECDLCR
ValeGemina
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El niño que lloraba cada noche tras la partida de su madre, pasó a vivir cada día en las letras y los poemas, hasta que llegó un momento en el que, luego de tanto crear personajes e historias, pasó a ser uno.
La tinta reemplazó la sangre, el papel se volvió piel, la imaginación floreció como un alma y la esencia como un corazón.
Ese niño, quien ya no lo era tanto, se atrapó a sí mismo dentro de cada verso, se escribió y cambió la historia, cambió su vida retratada en ella.
Amó.
Odió.
Lloró.
Lloró mucho.
Y un día, por fin, cuando hubo llorado suficiente, amado sin condiciones, odiado hasta perdonar y escrito sin parar, finalmente, respiró tranquilo, por última vez.