Diario de una puta.
Todas las noches eran las mismas. Los clientes llamaban, nos citábamos en algún motel barato, follabamos, pagaba por mis servicios, subíamos a su auto, me bajaba en alguna esquina y esperaba la llamada de algún otro necesitado. Todo era rutinario... Hasta que llego él con su mirada profunda.
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