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En su mundo, no había lugar para el amor. El matrimonio no era más que un negocio y las relaciones de poder eran lo más importante.
Dabria nunca había hecho suficiente caso a nada de esto, al menos no hasta que le pusieron las cartas sobre la mesa y tuvo que verse orillada a tomar una decisión que comprometería su vida para siempre.
Incluso si ella no concebía la idea de adentrarse de lleno a lo que parecía la condena de su propia alma, lo cierto era que debía enlazar su vida a la de un hombre al que prefería no volver a ver nunca en su vida.
Una unión por conveniencia, una tensión de años sin resolver, una enemistad letal, un hombre de sonrisa fácil y una mujer que se sentía perdida.
Había una realidad que Dabria no estaba lista para asumir, pero Mauro Machiavelli la desafiaba y la hacía sentir tan liberada y viva en medio de aquella trampa en la que había caído, que no podía evitar dejarse guiar por el prometido que no amaba, hacia un mundo que tal vez no estaba preparada para enfrentar.