"No quieras arreglar lo roto cuando eres tú quien necesita arreglo." A Owen Philips le desagradan los animales desde que tiene uso de memoria, es poco paciente con las personas lentas y su personalidad no le permite dar segundas oportunidades. Tras descubrir a su vecino de la planta baja con un negocio ilegal, se decide a echarlo y buscar a alguien más para que la arrendadora no le cobre extras. Por petición de una amiga en la universidad, acepta a su nuevo roomie: Kurt, un chico bajito que tiñe su cabello de verde y prefiere la muerte antes que hablar con desconocidos. Pero hay otro gran problema con Kurt, y es su intenso amor por los animales.

La vida tiende a tratarte mal, pero el ser humano y todas esas malditas novelas optimistas te quieren convencer de que las cosas malas son para enseñarte algo: ser una persona feliz. Pero ¿qué cosa buena puedes sacar de una muerte? Nada más que desamparo. Es por eso que el pesimismo latente de Felix Frederick lo ha llevado a soltar más de alguna verdad en el grupo de apoyo que asistía. Ahora, por haber perturbado el orden en el sótano de la iglesia y frente a un respetado cura, tendrá que hacer servicio comunitario obligatorio durante 90 días. Para cualquier individuo el castigo dado por el juez es una suerte; para Felix es todo lo contrario. ¿Empatía? ¿Ayudar al prójimo? ¿Ocuparse del bien común? Esas son cosas que su amigo haría, no él. La última vez que decidió ayudar a una persona terminó perdiéndola, y todo lo que ella le enseñó está guardado en un cofre que no quiere abrir. Por otro lado, nada podría limpiar la mala reputación que los medios de comunicación le han dado con sus exageradas noticias. Todo mal... Sin embargo, no le queda de otra que aceptar esta penitencia, la cual sea, tal vez, lo que necesita para volver a abrir el cofre. Y si no puede hacerlo por sí solo, siempre estarán las estrafalarias aventuras en el servicio para ayudarlo.