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¿Sientes esto? No, no lo sientes.
No como yo. Percibes estas palabras, las consumes, y con cada una, te adentras en lo que para mí es la única verdad. Piensas, quizás, en la criatura que narra, en la oscuridad de su mundo. Y eso es lo que haces: pensar, interpretar. Desde tu lugar.
Yo habito esto. El silencio. La humedad. El lamento perpetuo de estas estructuras. Este ha sido mi dominio desde siempre, inmutable. Hasta que la perturbación se manifestó. Esa anomalía que se niega a disiparse. Y la necesidad de hallarla. De erradicarla.
Y tú estás aquí ahora, ¿no es así? Deslizándote entre mis pensamientos, observando mis movimientos a través de estas líneas. Eres una presencia, no un susurro en la oscuridad, sino una conciencia que se posa.
Una intrusión de otro tipo. Reflexiona sobre ello, mientras mi relato se despliega.
Quizás, al final, la verdadera amenaza no sea lo que buscamos, sino lo que nos observa.