El apocalipsis de Abadón
El muchacho se llamaba Abadón, estaba en lo alto de las gradas, en un campo deportivo, pero a diferencia del resto -que corrían detrás de una pelota, saltaban, flirteaban o se comunicaban con alaridos-, él se hallaba sentado con un cuaderno de dibujos sobre las piernas y sin más compañía que la mochila negra a su lado...