La fría y solitaria habitación que Matt ocupa, es testigo de muchos recuerdos de mucho peso para él. Imposibles de ser soltados fácilmente. Anhelados y conservados con firmeza y sin ganas de ser olvidados nunca. Matt se ha visto obligado a cambiar su vida sin aviso ni anestesia alguna. Forzado a despedirse de cosas muy valiosas para él, cómo lo era su padre. Es así, cómo poco a poco la depresión intentara tomar control sobre él. Pero está en Matt no dejarse vencer. «Y allí estaba la peor parte. La parte de la aceptación. Él sabía que estaba deprimido. Lo supo desde el momento en el que el sueño iba y venía a su antojo. Desde que la tristeza y la sensación de náuseas se habían convertido en lo cotidiano de todas las tardes...»