GiseleCajilema
Había una vez un rey tan orgulloso y muy enojón que en una mañana groseramente le pidió a su mayordomo que le hiciera un café muy azucarado y se lo llevara a su recamara, el mayordomo cumplió con su orden y de inmediato fue corriendo al patio donde estaban esperándolo su pequeño hijo y su amada esposa; el rey se asomó a su ventana y vio que a pesar de todo el mayordomo si era muy feliz y se dio cuenta que talvés le faltaría un poco de amor en su vida