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En 1997, a finales de año, Benjamín Rojas estaba haciendo un casting cuando conoció a Camila Bordonaba. Él era nuevo en ese ambiente y estaba lleno de nervios, mientras que ella ya tenía algo más de experiencia y una personalidad fuerte que lo sorprendió desde el primer momento. Ese encuentro fue breve, pero marcó el inicio de una conexión especial: entre miradas tímidas y charlas rápidas empezó a nacer una complicidad distinta.
En 1998, esa amistad se transformó en amor. Entre ensayos, risas y largas conversaciones, se volvieron inseparables. Fue un noviazgo fresco y juvenil, lleno de primeras experiencias y descubrimientos compartidos.
Durante 1999 y 2000, su relación se afianzó. A pesar de la fama creciente y las exigencias del trabajo artístico, se apoyaban mutuamente. Eran compañeros dentro y fuera del escenario: Camila con su autenticidad y sensibilidad, y Benjamín con su alegría y calidez.
En 2001, empezaron las primeras pruebas. La exposición pública, los celos y las diferencias de la juventud trajeron discusiones, aunque también aprendizajes de confianza y respeto.
El 2002 estuvo marcado por el amor, pero también por dudas. Sus caminos profesionales y personales empezaron a separarse, y aunque seguían queriéndose, ya no era como al principio.
Finalmente, en 2003 decidieron terminar la relación. Fue una despedida madura, sin rencores, reconociendo que lo que habían vivido había sido hermoso, pero que era momento de seguir adelante.
Su historia fue la de un primer amor inolvidable, nacido en un casting, lleno de risas, canciones y complicidad, que los marcó para siempre.