UN SOLO ROCE
Un solo roce... Maia nunca debió sentarse allí. Podría haber ido a leer en el campo, pero algo la atrajo a esa fiesta. Nunca debió haber rozado sus dedos con los de él, ni haber quedado atrapada en la intensidad de esos ojos marrones que parecían saber más de ella de lo que nunca imaginó. Si hubiera sabido que ese ún...