Mirar a mi pasado es doloroso. Pero ahora soy una adulta con una vida arreglada y sobre todo bien planeada. Claro, hasta que llega él. Tirando golpes, gritando órdenes y volviendome loca. En todos los sentidos. Y sí, él me quiere y yo lo quiero, pero todo indica que el destino, la vida o un ser Supremo, no nos quiere juntos. Nos detestan juntos. Y yo me he dado por rendida, pero él no, ni siquiera sabe que es esa palabra. Él va a luchar por mí, por él, por nosotros y eso es muy bueno, porque yo me he estoy quedando sin fuerzas lentamente.

Margaret Prescott es la primera mujer en ser presidente de el club que ha pertenecido a su familia durante años. Ahora que su abuelo se ha retirado al igual que su padre es tiempo que ella se haga cargo. Pero no es fácil. No todos los miembros están de acuerdo con una mujer al mando y que decir cuando un estúpido, sexy hombre diez años mayor que yo llega para hacerme enfurecer y dudar de mi decisión de estar completamente centrada en hacer lo mejor para el club. Ahora lo que quiero es encerrarme en un habitación con él durante días y que el mundo y el club se vayan a la mierda. Pero claro que no, mi abuelo y mi padre confían en mí. Debo de resguardar y mantener el legado de mi familia.

Soy la chica del club. Son mi familia. Haría cualquier cosa por ellos y sé que ellos harían cualquier cosa por mí. Me he sacrificado por el club y por mi hombre. Y ellos no han dudado en devolver el favor. Porque es lo que haces cuando, al fin, encuentras el lugar y las personas a las que perteneces. Y estoy dispuesta a cuidarlos en contra y a pesar de todo. Y entonces algo horrible me paso. Nos pasó.

Cuando mi madre murió creí que mi vida había acabado. Huí dejando a mi familia detrás y al que yo creí el amor de mi vida, pero resulta que cuando esto paso mi vida apenas comenzó. Lo conocí y me importo una mierda cualquier cosa que se pudiera interponer entre nosotros, pero seis años después eso nos exploto en la cara poniendo todo lo que nosotros habíamos construido en riesgo. Haciéndome dudar de todo lo que alguna vez creí. Nunca he rezado hacia Dios con tanta devoción como lo hago ahora por nosotros. No me dí cuenta que somos como el cristal. Tan frágiles, dependiendo de que nadie nos empuje.