Esa noche en la que nos pasamos de copas... Esa noche en la que me besaste... Esa noche que no he podido olvidar.

«Te espero en tu salón después de clases. -Nadie» Pero había un problema... Él seguía en el clóset.

A los humanos siempre les gustó de sobremanera jugar a ser dioses, siempre estaban tentando a un mundo que no terminaban de comprender, obstinándose con tirar piezas mientras ignoraban el efecto dominó que desencadenaban. Era fácil, claro que lo era, apartar la vista y hacer como que las cosas que hacían no dañaban a nadie. Eran sencillo, tenían los mejores conejillos de indias que hubieran deseado, nadie lloraría por ellos, ni una sola lágrima sería derramada porque en sí no existían. Eran susurros en los rincones de las mentes de aquellos que los conocían; de aquellos que se esforzaban por olvidarlos: Eso resultaba menos doloroso.

No sólo era miedo a morir, era miedo a ser olvidado, era pánico por aceptarlo. Era un maldito grito de auxilio cubierto de pétalos...

Recordando a los que no están, enfrentando nuevas guerras... Y quizá morimos con ellos.

Breve explicación de lo que para mí es la depresión...

Un romance inesperado. Un beso eterno. Que logró reparar lo que estaba roto en mí...

Jueves, lluvia, en clases. Querido diario, hoy la vi por primera vez...