Jenn_Rocha
Los pensamientos de Summer eran como un río caudaloso, fluyendo con la fuerza de las experiencias vividas. Recordaba las risas compartidas con sus amigas, los abrazos cálidos de su abuela, las palabras de aliento de su madre. Cada recuerdo era una piedra preciosa en el lecho del río, brillando con la luz de la alegría y el amor.
Pero también había momentos en que sus pensamientos se convertían en un laberinto intrincado, lleno de giros y vueltas inesperadas. Dudas sobre su futuro, miedos a no estar a la altura, inseguridades sobre su apariencia. Cada pensamiento negativo era como una sombra oscura que amenazaba con consumirla.
Sin embargo, Summer sabía que tenía el poder de cambiar el rumbo de sus pensamientos. Podía elegir enfocarse en lo positivo, en las oportunidades que se le presentaban, en las personas que la amaban. Podía transformar sus miedos en desafíos, sus dudas en certezas, sus inseguridades en fortalezas.
En su mente, las ideas florecían como flores silvestres en un jardín secreto, cada una con su propio color y fragancia. Soñaba con viajar por el mundo, escribir un libro, ayudar a los demás. Cada idea era una semilla que podía germinar y florecer si la regaba con pasión y determinación.
Sus pensamientos eran como un espejo que reflejaba el mundo que la rodeaba, pero también su propio mundo interior. Era consciente de que sus pensamientos moldeaban su realidad, que la forma en que pensaba influía en cómo se sentía y cómo actuaba. Por eso, se esforzaba por cultivar pensamientos positivos, constructivos y llenos de amor.
Mientras el sol seguía su curso en el cielo, Summer se levantó de la cama con una nueva determinación. Sabía que el camino por delante estaría lleno de desafíos, pero también de oportunidades. Y estaba lista para enfrentarlos con valentía y optimismo.