Contacto
Una corta despedida, pocos segundos, un simple apretón de manos: nada fuera de lo común, en un caballero dispuesto a ayudar a una dama. No obstante, William deseaba que Elizabeth no subiera tan rápido a su carruaje. Quería seguir tomando su mano, observarla todo el tiempo posible. Su mano rebelde se resistía a soltarl...