Donde la esperanza de vida empieza a decaer, ellos ya entendían cómo respira el tiempo: llega y se va, a veces regresa, a veces se detiene, y aun así seguimos adelante. Aprendieron que existir no siempre es avanzar, que a veces vivir también es detenerse, mirar atrás y reconocerse en los fragmentos que creíamos perdidos. Porque crecer duele, y encontrarse a uno mismo no siempre es una victoria limpia. A veces implica romperse un poco más, aprender a amar las grietas, y entender que el caos también puede tener nombre, cuerpo y voz. Quizá, retroceder no sea perder, sino recordar desde dónde empezamos a buscar. Una historia inspirada en lo que fui(mos), en lo que dolió ser, y en lo que aún nos espera cuando decidimos, pese a todo, seguir siendo.