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Es fácil recordala, y un infierno interminable el intentar olvidarla. Una vez que entra en tu vida, no sale de allí jamás. Juega en tu cabeza por horas, días, meses, años... un sencillo chicle que por más que lo mastiques en poca cantidad, su sabor seguira en tu paladar. Una bella y culposa sensación. Dicho esto, es el momento de comenzar contando de mi dulce. Mi caramelo de miel. Aquél que hace que su sabor quede impregnado en mi alma.