Dear, Caleb.
Querido, Caleb. Así empiezan las cartas, para el chico de los cigarrillos, ese que rara vez sonreía, el que a un lado de mi ventana siempre se encontraba, pero en algunas madrugadas escapaba de casa, por supuesto, yo rara vez sabía donde estaba, y más importante ¿por qué huía? ¿por qué escapaba? ¿podría yo ir con él? ...