-Pattu
Negro, así era él, y no me refiero a su color de piel, sino a su alma: negra, oscura, pútrida. No sé exactamente cómo llegó a mi vida ni de qué forma la jodió en toda su esencia, o tal vez sí, quizás siempre estuvo de una forma u otra en ella, quizás, él siempre perteneció a mí.
¿Cuánta influencia puede ejercer una persona sobre otra?
¿Hasta dónde estoy dispuesta a llegar por complacer sus más sombrías exigencias?
¿Por qué estoy preguntándome esto?
Tres interrogantes, tan solo tres putas interrogantes que día a día me rondaban la ya agotada cabeza. Las mismas tres preguntas que me hacía yo misma cuando me descubría sucia, sucia por su jodida culpa.