Ghosthpoison
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No crucé el portal por valentía. Lo crucé porque algo me llamó.
No era una voz. No era una orden. Era una sensación que se filtró entre mis pensamientos, como si el mundo me pidiera que lo escuchara desde otro lugar. Desde entonces, todo cambió.
La magia ya no obedece. El tiempo ya no avanza como antes. Y lo que parecía bosque... no era bosque.
Christopher me acompaña. Siempre lo ha hecho. No pregunta. No huye. Pero desde que la sombra lo eligió, ya no sé si lo sigo o si él me guía. Hay algo en él que respira distinto. Algo que no estaba antes. Algo que no se nombra.
Los portales se abren sin aviso. Algunos cantan. Otros callan. Todos prueban. Y cada vez que cruzamos uno, el mundo se desdobla un poco más. Lo que era sólido se vuelve maleable. Lo que era mito se vuelve método. Lo que era mío... se transforma.
En la Ciudadela Blanca compartimos lo vivido. Se formó una alianza. Se trazaron protocolos. Pero lo que realmente importa no está en los mapas ni en los consejos. Está en lo que sentimos cuando la magia responde. En lo que descubrimos cuando la ciencia pregunta. En lo que elegimos cuando el mundo nos observa.
Telarion se unió a nosotros. Un artífice preciso, inquieto. Su mirada no busca respuestas fáciles. Sus instrumentos vibran con la misma duda que nos atraviesa. Y entre mediciones, cristales que cantan y palabras que no siempre entiendo, he visto nacer algo raro: un equipo que no compite, que no se explica, que simplemente funciona.
A veces, la sombra de Christopher se alza sin aviso. A veces, los cristales responden como si lo reconocieran. Pero seguimos adelante. Porque si entendemos lo que nos transformó, tal vez podamos decidir qué ser después.
No sé si podremos cerrar los portales, redirigirlos o simplemente sobrevivir a ellos. Pero mientras la sombra respire, mientras Telarion mida, mientras yo escriba, no estaremos solos.