blitter-bunny
Wreck lo perdió todo el día en que Nice murió.
El mundo siguió girando, pero para él se detuvo en esa tumba bajo la lluvia. Desde entonces, el silencio se convirtió en su único refugio y a su vez su mayor castigo.
En su borrachera, entre el vacío y la culpa, volvió a escuchar aquella voz. Ese tono burlón y cálido que juró nunca olvidar.
Y cuando levantó la vista, él estaba ahí.
Nice. Vivo. Sonriendo. Esperándolo en casa.
Pero el amor que desafía la muerte no es amor es hambre.
Una presencia dulce y sofocante empieza a ocupar cada rincón de su mente, cada respiro, cada sombra. Lo toca, lo consuela, lo abraza como solía hacerlo, hasta que Wreck ya no puede distinguir si es el fantasma de su amante o el eco deformado de su propio dolor.
Porque cuando el duelo se niega a morir, lo que regresa no siempre es lo que perdiste. A veces, es lo que queda de ti.