slobiar
El silencio de la noche se rompió con un sonido familiar: el timbre estridente de un teléfono. Natalia, sentada frente a su computadora, levantó la vista hacia la pantalla iluminada. Era tarde, demasiado tarde para que alguien la llamara. Con un nudo en el estómago, descolgó. Al otro lado de la línea, una voz distorsionada susurró las palabras que nunca pensó escuchar fuera de una película: ¿Cual es tu película de terror favorita?
Era solo un proyecto. Un trabajo final para la universidad que había nacido de su amor por el cine, especialmente por *Scream*, esa icónica saga que había marcado su adolescencia. Natalia había recreado escenas, diseñado máscaras y escrito diálogos con la ilusión de capturar la esencia del suspenso. Pero algo había salido mal. Algo que no podía controlar.
Los cortos que había subido a internet, inocentes y llenos de pasión, habían sido manipulados. Alguien los había reeditado, pero esta vez no había efectos especiales ni maquillaje. Los gritos eran reales. La sangre era real. Y las víctimas... también lo eran.
Ahora, Natalia se encontraba en el centro de una pesadilla que no había escrito. Cada escena que había creado se convertía en un nuevo capítulo de terror, y la línea entre la ficción y la realidad se desvanecía con cada nuevo mensaje anónimo, cada nueva amenaza. ¿Quién estaba detrás de esto? ¿Alguien que conocía? ¿Un extraño obsesionado? O peor aún, ¿alguien que había estado observándola todo este tiempo?
El eco del grito resonaba en su mente, recordándole que, a veces, las películas de terror no terminan cuando se apaga la pantalla. A veces, el verdadero suspenso comienza cuando te das cuenta de que tú eres el personaje principal.
Y Natalia no tenía un guion para salir de esta.