Hasta que no queden más estrellas que contar
Jessica amaba el silencio y la lectura, mientras que Ryan amaba el baloncesto e invadir los jardines de gente ajena, especialmente el de su vecina. Más bien, la que empezó a ser su vecina una tarde de abril. No eran nada iguales, pero dicen que los polos opuestos se atraen, ¿no? Para ellos había algo que los unía co...