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"Lo que empieza como un simple choque de voluntades y una guerra de egos entre Seungmin y Christopher se transforma, de forma aterradoramente inevitable, en una espiral de obsesión mutua.
El odio, que creían genuino, se revela como una mera fachada, una defensa desesperada para ocultar una verdad mucho más profunda: la verdadera batalla es contra los sentimientos innegables y no reconocidos que burbujean bajo la superficie.
Un dilema emocional de proporciones dramáticas los asalta, forzándolos a cuestionarse lo impensable: ¿es posible que se hayan enamorado del mismísimo tipo que juraban detestar? La respuesta se cierne sobre ellos, tan aterradora como ineludible. Porque, después de todo, los ojos no saben ocultar la verdad, y esa chispa que con tanta vehemencia encendió su odio mutuo, podría ser, en realidad, el preludio ardiente de un fuego mucho más grande y consumidor".