LucianaCarballo22
André Olivier Delacroix aprendió a fingir que estaba bien.
Que podía con todo, que nada le dolía.
Pero el cuerpo se cansa, y el alma también.
Entre la culpa, el cansancio y las promesas que nunca cumplió, entendió que no siempre se trata de arreglar lo que está roto, sino de aprender a sostenerlo sin romperse más.
Hay heridas que no sangran, pero pesan.
Y un día, el silencio empezó a doler más que cualquier palabra.
No buscaba amor, buscaba paz.
Y fue entonces cuando la encontró a ella: alguien que no vino a rescatarlo, sino a acompañarlo mientras intentaba volver a encontrarse.
Pero con el tiempo, André también entendió algo más:
que no todo lo que nos mantiene en pie viene de una persona.
A veces, la razón para seguir está en lo más simple:
en la calma de un amanecer, en el sonido del mar, en el cariño de una mascota,
en los lugares del mundo que todavía no conoció,
y en la fuerza de aquellos que ya no están, pero siguen viviendo en su memoria.
A veces, el amor no sana... solo acompaña.
Y, aun así, eso basta para seguir intentando.
Porque vivir también es aprender a encontrar belleza en medio del dolor,
y decidir quedarse para seguir viéndola.