Un mundo fragmentado por una ancestral guerra. Un príncipe perdido. Y una huérfana que busca respuestas sobre su pasado. Mag Mell ha estado marcada durante mucho tiempo por la guerra entre humanos y faes. Verine es un resultado más de la devastación que sacude el continente: huérfana, vive en uno de los orfanatos del Reino de Merahedd, en el lado humano; ha crecido en un mundo roto por el enfrentamiento entre las dos razas más poderosas de Mag Mell y ha escuchado las terribles historias sobre el príncipe perdido, un rumor extendido por los cinco reinos humanos en el que la desaparición del príncipe heredero de Merahedd fue la respuesta al asesinato de una de las princesas fae. Sin embargo, nadie ha podido comprobar dichas historias, ya que los tres reinos fae están fuertemente custodiados por terroríficas criaturas, y lo único que pueden hacer es elucubrar sobre el paradero del príncipe. Algunos afirman que está preso en Antalye, el Reino de la Luz. Otros señalan a Qangoth, el Reino del Nexo. Y luego están los que susurran que se encuentra en Elphane, el Reino del Submundo.

Un poderoso reino. Dos experimentados asesinos. Tres leyendas para niños. Cuatro reyes que luchan por un mundo. Cinco diferentes criaturas. Seis guerreros de Élite. Siete elementos del destino. Ocho hijos que quieren un trono. Nueve décadas de historia perdida. Diez lustros de guerra. Once años de espera. Doce Lunas para el fin del mundo. Más de cien noches sin que apareciera: El Último Oráculo.

El cosquilleo de su estómago no hacía más aumentar, y su mano temblaba aún más cada vez que intentada detenerlo. Era irónico. La gente lo conocía como uno de los hombres más valientes y osados de toda la nación, pero a penas podía controlar los latidos acelerados de su corazón al pensar en ella. Tragó saliva y reunió las fuerzas que le quedaban para empujar la puerta, que estaba entreabierta. Dio dos toquecitos a la madera de caoba, muy común en la alta sociedad, y dejó que chocara con el ladrillo de la pared, abriéndola, suevamente, pero de par en par. Hazel Sallow estaba sentada en la cama junto a una antorcha, entrelazando sus cabellos. Desplazó su mirada hacia él y su simple contacto visual le acarició el interior del cuerpo. Sus ojos decían todo lo que su boca no. No sabía que estaba haciendo, solo que las consecuencias de ello le llegarían pronto. Era muy tarde y al alba sus soldados y él saldrían a la guerra. Pero así era su corazón, testarudo y rebelde, pero jamás pensaría que se lo entregaría por completo a una mujer, y mucho menos a Hazel.