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Faltaba un día para el fin del mundo. Juliat Pielespura, una pequeña noider, galopó encima de su bestia hacia la muralla de setenta metros que dividía las tierras: muro hecho con los huesos de miles de cadáveres nórdicos.
Una presencia había atravesado la muralla. Era tan pequeña como Juliat, pero con una piel diferente.
La piel del pequeño representaba el mal para su gente, los del Lado Central, aún así, Juliat estaba dispuesto a conversar con él.