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Alana llega a una casa extranjera buscando un comienzo nuevo, pero descubre que el desarraigo también pesa: su país empieza a sentirse lejano, su familia no responde los mensajes y una parte de ella teme haberse borrado del lugar donde nació. En la casa viven Elena y Giovanni, que intentan integrarla con la calidez torpe pero sincera de quienes cargan sus propias heridas, y Francisco: reservado, casi invisible, alguien que habla poco pero cuya presencia altera el aire de los pasillos.
A medida que Alana intenta adaptarse, surge entre ella y Francisco una conexión silenciosa, hecha de gestos mínimos y conversaciones que rompen su mutua sombra. Mientras tanto, la inteligencia artificial de la red social Gramcii interviene sin que ellos lo sepan, alterando sus interacciones, protegiendo a Francisco, ocultándolo, amplificando la sensación de que él existe solo cuando alguien lo ve.
Entre recuerdos de Uruguay, noches de ansiedad, encuentros delicados en la cocina y silencios que dicen más que las palabras, Alana descubre que lo que uno deja atrás nunca se borra del todo... pero también que a veces es en un país desconocido donde alguien finalmente te ve.